sábado, 19 de octubre de 2013

Enero

… No sé qué vapores desprendió en mi mente el calor del primero de enero, ese largo y odioso día consagrado a la espera, a la soledad y a la resurrección de los curados. Nos hacemos viejos y mañosos, pero el primer día del año siempre nos pilla desprevenidos. Por más precauciones que tomemos, invariablemente terminamos metidos en el centro de su trampa: buscando algo en el resplandor blanco de las calles vacías, atravesando pavimentos candentes ante semáforos que parecen hablar solos, observando la grasa negra adherida a las cortinas metálicas de las tiendas cerradas y los papeles llevados por el escaso viento hacia alguna parte...

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